El Padre Juan y la Hermana Fortunata Imprimir

Desde que el Colegio surgió, allá en 1899, por iniciativa de las primeras hermanas de la Misericordia que llegaron a nuestra ciudad, el objetivo que guió la tarea educativa fue educar en la fraternidad, enseñar a los alumnos a ser misericordiosos, es decir, tener un corazón abierto para ofrecer y dar perdón. Educar con paciencia, orientar a las alumnas a promoverse en su propia dignidad. Es decir, hacer vida y obra las palabras de la Madre fundadora del Instituto, Santa María Josefa Rossello: “El corazón a Dios y las manos al trabajo”.

  Durante todo el camino recorrido en la tarea educativa muchas fueron las personas que aportaron su conocimiento, su predisposición, su carisma. Religiosas, sacerdotes, educadores laicos. Pero hay nombres que se destacan, por ejemplo nuestro querido y recordado Padre Juan Sudic. Él estuvo 48 años al servicio del Colegio. Llegó a Rafaela, desde Croacia, el 9 de enero de 1948, y al poco tiempo formó parte de la comunidad de la misericordia. Fue el guía espiritual de un sinnúmero de generaciones de niñas, adolescentes y adultos. Su presencia diaria constituyó el alma del Colegio. Siempre con una sonrisa, un gesto amable y bueno guiaba, orientaba, reprendía. Contribuyó en la formación espiritual de la familia de la misericordia. Unido a él y a su carisma podemos nombrar a la Hna. Fortunata, recordada por todos los que la conocieron como símbolo de alegría y libertad. Su paso por el Colegio dejó huellas profundas en el corazón de todos los que compartieron su tiempo.

Las hermanas que ofrecieron generosamente su servicio, unidas a todos los educadores de ayer y de hoy,  hicieron y hacen la realidad de una escuela abierta a la comunidad, que busca brindar una formación integral de los niños y jóvenes, de manera que se conviertan como lo expresaba Juan Pablo II en “verdaderos constructores de paz”.